El actual Instituto Universitario del Agua fue concebido como Colegio Mayor del Sindicato de Estudiantes Universitarios dentro de una operación promovida por el Gobierno Civil en la que se integraba con otros equipamientos como la Escuela de Maestría Industrial y las instalaciones deportivas del Estadio de la Juventud. El edificio fue construido entre 1959 y 1960 según proyecto de Carlos Pfeiffer de Formica-Corsi. Aún en construcción, una orden de 1961 dispone la instalación sobre el edificio del Colegio Mayor Fray Luis de Granada. El programa contemplaba 90 camas en habitaciones dobles o triples para residentes, 3 dormitorios para dirección, biblioteca, capilla, comedor y zona de servicio. El acceso se planteó desde una calle secundaria al Norte de la parcela, ya que el lindero Sur lo conformaba el curso aún descubierto del río Beiro, hoy calle Ramón y Cajal. Se ordenó en base a un cuerpo principal de cinco alturas para las habitaciones, completando el resto de funciones a sus espaldas, optimizando el soleamiento mediante volúmenes que se expanden hacia mediodía según un riguroso criterio funcional. Las fachadas se expresaban con despiece en damero que remitía al escudo del Sindicato de Estudiantes, enmarcadas por paños laterales de ladrillo visto alternando amplias terrazas vinculadas a las habitaciones con paños ciegos horadados con huecos rasgados. La capilla presentaba altar a contraluz mediante un retablo de pavés, ofreciendo la fachada más próxima al cauce del río Beiro.
En 1998, el edificio modificó las plantas de habitaciones para convertirlas en oficinas al servicio del Instituto del Agua de la Universidad de Granada, adaptándose al nuevo uso administrativo según proyecto de Luis Ceres Frías. En la actualidad, se encuentra cegado el cuerpo de pavés de la capilla y cerradas las terrazas de los dormitorios mediante cristaleras.
El edificio está incluido en el catálogo del PGOU de Granada 2001 con Nivel 3 – Protección estructural y dentro del Registro de Equipamientos de Docomomo Ibérico con Nivel A. Se inscribe dentro de la trayectoria racionalista de Pfeiffer, vinculada al oficio y al rigor constructivo con un lenguaje sobrio interpretado desde la coherencia formal y la economía de medios.